2022 de Franco Mosso, Director Ejecutivo de Enseña Perú
Nunca voy a olvidar ese primer año en el 2009 cuando fui a escuelas como aprendiz – que todavía soy – de cómo ser un agente de cambio. Era el año 0 de Enseña Perú. No me acuerdo de todo lo vivido. Maya Angelou, como activista de derechos humanos, dijo que recordamos menos lo que las personas hacen, o lo que dicen, y recordamos más las emociones experimentadas. Dijo que así nos formamos recuerdos de la gente.
No ha sido sino en escuelas donde he experimentado la mayor tristeza a lo largo de mi carrera. La primera vez que salí llorando de una escuela fue en Lima, donde niños de 5 años usaban como juguetes piedras inestables, pesadas, y con filo, al costado de un tractor oxidado. La segunda vez, fue cuando retorné a encontrar a Isabel (nombre cambiado), una estudiante de quinto de primaria que tenía lentes, timidez, y preguntas como las mías, para sorprenderme de que había desertado el colegio. La última vez fue en una región de la selva del país, donde alguien me dijo que a los estudiantes de cierto bagaje cultural “hay que bajarles el nivel al máximo” porque “son flojitos”. Coincidentemente el salón donde les agrupaban estaba en la última esquina, la más olvidada, del colegio. Ese día sólo pude contener el llanto después de caminar una cuadra por fuera de esa institución.
Pero la última vez que pude visitar un colegio no fue así. Ese día vi a jóvenes de quince años que con lo aprendido armaron talleres de salud emocional para sus compañeros igual edad, pero de otros colegios. Vi a una directora trabajando colectivamente con padres de familia para que en su colegio – donde el aprendizaje era sobresaliente, porque aprendían jugando siempre – los niños se convirtieran en activistas para el bien común, que el plato de comida esté balanceado, y que el patio use al máximo las tres Rs del cuidado al ambiente. Vi a niñas gritando el gol en el partido, y no desde las bancas sino desde la cancha. Vi líderes de UGEL, DRE, organizaciones de base, padres, dispuestos a poner el ego de lado y chambear por los niños de la comunidad, de abrir paso para su grandeza. Vi a una niña de 6 años que leía y comprendía a alto nivel, desde la libertad de elegir el libro que más le gusta. Y cuando miro años atrás, veo a un grupo de niños de quinto de primaria, de Arequipa, que en medio de su carencia material encontraron la generosidad de construirles una biblioteca a otros niños de su edad, que la tienen más difícil. Veo a los estudiantes que como parte de su aprendizaje visitan a la abuela de la comunidad, para limpiar su casa, para ayudarle, y luego reflexionar sobre lo ocurrido. Veo a los estudiantes que graban ese cortometraje que te deja pensando, que transforma tus acciones, que te inspira a ser una mejor persona. Veo un exceso de estudiantes que quieren y pueden brillar de liderazgo. Veo a estudiantes que se merecen una educación que les invite a descubrir la magia de contribuir tu “granito de arena” a hacer del Perú un país mejor. Quizás mejor para sus propios hijos e hijas, de aquí a unos años.
Seguramente ustedes caminarán durante los programas - sea el de 2 años o el de 1 año - de Enseña con similar inspiración e indignación como la que les he compartido. A veces tocará derramar luz y compasión; a veces, derramar lágrimas. Esto es parte del camino de liderazgo. Y si me permiten, me gustaría ofrecerles 3 lecciones que ojalá les acompañen.
Primero, yo no negocio mi creencia en el potencial de los estudiantes, creo en que hay un mañana mejor en su desarrollo como personas, y no estoy dispuesto a cambiar esa creencia. Segundo, no negocio mi agradecimiento por el éxito (ajeno o propio) ni mi participación en los fracasos; estoy dispuesto a saltar al siguiente nivel todos los días, indistintamente de que tan descorazonado – o inspirado – me sienta. Tercero, no negocio mi conclusión de que no existen los héroes en la educación. Lo que existe es la posibilidad de trabajar en medio de nuestras diferencias de opinión, personalidad, credo, estilo, organización, experiencia – eso que llamo liderazgo colectivo - como vía para resolver un problema demasiado complejo como para que una sola individualidad – o autoridad – nos lo resuelva. He dejado – desde hace ya un tiempo - de poner mis esperanzas en salvadoras y salvadores únicos. Eso se llama agencia.
Les deseo que mantengan el propósito en alto la mayoría de los días. Humildad a prueba de balas para aprender de todos y todo el tiempo. Convicción para hacer, sobre todo, lo correcto cuando toca hacerlo. Y entusiasmo para trabajar juntos con la comunidad donde vayan, ustedes a su servicio, y para ver el potencial en cuanta persona se encuentren en el camino de aportar en la vida de sus estudiantes. Al final del día, seguramente tendrán la sensación de que ellas/os transforman su vida mucho más de lo que nosotros podemos transformar la suya. Yo creo personalmente creo que estamos “tas con tas” J. Pero eso último, lo que nuestros estudiantes hacen sin querer en nosotros, es, como decía Maya Angelou, un arcoíris en las nubes de nuestras vidas. Y sólo por eso, merecen de parte de nosotros – de la comunidad entera - una sonrisa sincera, una palabra amable, una experiencia educativa que transforma, y la oportunidad de ser quienes son, para el presente y futuro de nuestro país.
¡Disfruten!.