Capítulo 1: Valor y confianza
Serie: ¡Maestros que aprenden, maestros que transforman!
Por: Senna Gonzalez
La primera vez que entró a un salón de clases como profesora tenía 21 años. Victoria Angulo había pasado la primera parte de su vida deseando ser química farmacéutica; sin embargo, las posibilidades económicas de ese entonces terminaron por alejar el sueño. Victoria ingresó al Instituto de Educación Superior David Sánchez Infante en la carrera de Educación. Recordó a los maestros de su infancia, replicó sus enseñanzas y descubrió que su verdadera vocación se encontraba en el servicio hacia los demás.
“Era joven, tenía muchas expectativas, pero también muchos retos”, comenta Victoria.
Comenzó en una zona rural con demasiadas carencias en infraestructura. Hizo gestiones para construir aulas más modernas de material noble y con la ayuda de los padres, activos y colaboradores, coordinó el ritmo de aprendizaje de los estudiantes. Los niños tenían una increíble necesidad de aprender. Y ella la de enseñar.
Así fue como Victoria Angulo Gómez, actualmente directora de la Institución Educativa Jesús de Nazareth 82170, en la ciudad de Chepén, se abrió paso en el mundo de la educación. Después de participar en el concurso para directores y obtener la plaza un 2 de marzo de 2015, se encontró con una institución de 36 estudiantes, tanto en inicial como en primaria, que contaba solo con cuatro maestros. Con el paso del tiempo su querido Jesús de Nazareth alcanzó un total de 98 estudiantes.
La Institución Jesús de Nazareth, una institución multigrado, desdobló su aprendizaje. Con más maestras en la gestión, cada una pudo encargarse de un salón. “Cuando llegó la Profesional de Enseña Perú, desdoblamos la enseñanza. Ahora por sección tenemos menos niños y los podemos atender mejor. Y el trato entre maestra y estudiante es más directo”, añade Victoria.
Los desafíos y retos de su juventud continuaron en la adultez. Retos, entre otros, de relaciones interpersonales, que significaron una alteración en su mundo interior. Por años Victoria Angulo vivió bajo una “forma tradicional de ganar respeto”. La directora, tenaz y reservada, trabajó de manera ardua para cumplir las expectativas de los demás. “A veces por el trabajo nos olvidamos de nosotros mismos. Tenemos que aprender a valorarnos y querernos para así proyectar esa seguridad y valoración”, señala.
Comprender esto fue fundamental para Victoria. A través de la confianza mejoró el trato con sus docentes. Los cargos pasaron a segundo plano y el compañerismo surgió como un efecto colateral de las habilidades sociales que con determinación decidió cultivar. Esa forma de respeto tradicional y mesurada quedó en el pasado. Había nacido una nueva directora.
“En mi camino con Enseña Perú, el equipo nos brindó confianza y un buen trato. Factores que te cambian como ser humano”, señala la directora Angulo.
Victoria, al igual que otras dos maestras pertenecientes al programa ¡Qué maestro!, mejoraron el aprendizaje de sus estudiantes. El buen trato fue replicado en toda la comunidad educativa y los padres apoyaron con mayor ímpetu el trabajo de los docentes.
Es así como Victoria Angulo comprendió que el respeto es más que un saludo cordial, que los cargos son pasajeros y que es posible formar una relación de confianza entre los mismos profesores. Desarrolló estrategias para llegar a los demás, trabajó bajo un enfoque por competencias, e impulsó un trabajo cooperativo de comunidad basado en la tolerancia. Fue en la verdadera convivencia con sus colegas que se dio cuenta del gran poder que te brindan las habilidades sociales. Las mismas que te impulsan a mirar hacia el costado y exclamar: ¡Qué maestra!