Capítulo 2: La voz del interior.

 

Serie: ¡Maestros que aprenden, maestros que transforman!

 

Por: Senna Gonzalez

 

Aquella mañana los versos no fueron enunciados. La memoria tiende a ser frágil en los momentos más importantes. Su mirada, tímida y ansiosa, recorrió el plantel en busca de ayuda, pero la estrofa correcta no llegó. Perdió la ilación y con ella la confianza. A sus nueve años, Ericka del Pilar conoció la vergüenza y esa voz de la inseguridad que se alojó por un tiempo en su mente. Ningún recuerdo marcaría tanto su vida como la formación en tercer grado de primaria.

Años más tarde, por pedido de su padre, Ericka ingresó al Instituto Pedagógico Victorino Elorz Goicoechea en Sullana en Piura, para estudiar la carrera de educación. Aunque al principio dudó de su decisión, mientras más comprendía la labor de un docente, más conectada se sentía con esa niña tímida de nueve años.

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Ericka aprendió a desenvolverse gracias al amor y sinceridad de sus estudiantes.

Junio de 1992. La oportunidad de ejercer llegó junto a la Institución Educativa 15448 San Eloy, en el distrito de Tambogrande. Ubicada en una zona rural, un tanto alejada de la ciudad de Piura. Ericka Encalada Pacherres aceptó la plaza de docente de primaria. Con los meses, los coordinadores de la UGEL Tambogrande le pidieron que ocupara la dirección; sin embargo, Encalada no se sentía segura, “¿Cómo voy a ocupar el cargo de alguien más?”, pensó, “No puedo hacerlo, lo haré mal”. De pronto, la voz de la inseguridad volvió. Ericka combatió sus miedos y recordó a sus estudiantes. “En la escuela somos tres docentes para 60 estudiantes. Yo enseño a niños de tercer y cuarto grado. Me desenvuelvo muy bien con los niños, porque ellos no juzgan”, comenta Ericka. 

Al principio lloró, no tenía la fuerza para confiar en sí misma así que llamó a sus padres. Conversó con ellos, asumió el reto, y decidió que era momento de callar esa voz que por tantos años vino de su mente. 

Un nuevo comienzo

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Ericka del Pilar ocupó el cargo de dirección dos años más tarde, desde 1994 hasta el 2018. Después continuó únicamente en su labor docente. “Recurrí a grupos de directores para que me ayuden. Lo que ahora conozco como un Ecosistema de Aprendizaje. Sin embargo, la mayor fuerza me la dieron mis niños”, recalca. 

No había espacio para la timidez junto a los niños. Mientras los adultos juzgan, los niños preguntan. Ericka aprendió con amor, respeto, sinceridad y los estudiantes aprendieron también de ella. Tal vez por eso siempre se quedó en el mismo lugar, con las mismas personas, para crecer. “No me gustaba hablar en grupos grandes, tenía mucho miedo de equivocarme. Algunas veces tartamudeaba de los nervios, pero después veía a los maestros, a los otros directores y quería ser así: segura”, recuerda la docente. 

La táctica de Ericka, para esos momentos de timidez y vergüenza, consistía en fingir que se encontraba sola. Que no había nadie escuchándola. No obstante, no fue necesario aplicarla frente a sus estudiantes. Los niños la impulsaron a seguir, a querer ser una mejor persona. 

“Creo que ya lo superé en un 85%, con tantos talleres y el programa ¡Qué Maestro! de Enseña Perú, aprendí a valorarme, a trabajar en mis aptitudes”, reflexiona Ericka. Ahora con la enseñanza virtual, Ericka del Pilar desarrolla vídeos interactivos para sus pequeños. Hablar frente a cámaras puede ser difícil, pero no lo es tanto cuando tienes una misión detrás: educar.

Así fue como Ericka del Pilar Encalada cambió profesionalmente. Tomó sus errores como fortalezas y se propuso continuar a pesar de los miedos. Sabe que del error se aprende, que esa voz de la inseguridad no se irá por completo. Ericka reconoce que la vida es un proceso y que aún espera recitar su poema más importante.