De la imaginación a la acción: Cine escolar en Tambogrande

En la I.E.  14939 CP 14 Tambogrande, Piura, durante el inicio del año escolar, la maestra Sahara, participante del programa Qué Maestro, quiso conocer a fondo a sus estudiantes. Durante la evaluación diagnóstica, identificó que muchos tenían dificultades para comprender lo que leían y poca motivación para escribir. Gracias a la herramienta de evaluación del programa, pudo conocer con mayor precisión las competencias que necesitaban reforzar y diseñar una estrategia centrada en ellos: en sus intereses, en su ritmo, y en lo que los hacía disfrutar aprender.

Sahara decidió empezar por escuchar. En esas conversaciones descubrió que a sus estudiantes les encantaban las películas, las historias y los personajes que cobraban vida en la pantalla. Un día, mientras veían juntos WALLE, notó algo distinto: todos estaban atentos, emocionados, haciendo preguntas. Ese momento, lleno de curiosidad y alegría, fue el inicio de una gran idea.

La maestra les propuso convertir el aula en un cine. Desde ese día, los niños y niñas tomaron el rol principal: eligieron a sus personajes favoritos, imaginaron nuevos poderes y escribieron historias en las que ellos mismos se volvían héroes que protegían el medio ambiente. Así, entre risas y lápices de colores, la escritura y la lectura empezaron a tener un nuevo sentido.

Cada historia se transformó en dibujos que luego fueron colocados en rollos de papel. Con la guía de su maestra, construyeron una “caja mágica” para proyectar sus películas e invitar a sus compañeros a verlas. Organizaron funciones, elaboraron cartillas con los nombres de sus creaciones y, después de cada proyección, se hacían preguntas entre ellos sobre la historia y los mensajes que habían querido transmitir.

Todas las películas creadas hablaban de cuidar el planeta, del valor del agua, de la importancia de reciclar y del amor por la naturaleza. Los padres también se sumaron, ayudándoles a conseguir materiales reciclados para dar vida a los personajes y escenarios.

Con el tiempo, los avances en las competencias comunicativas se hicieron visibles. Pero más allá de los resultados, lo más valioso fue ver cómo los estudiantes recuperaron la confianza en sí mismos, se animaron a escribir, a leer, a compartir sus ideas con orgullo.

En Tambogrande, este pequeño cine escolar se convirtió en un espacio donde la imaginación se vuelve acción, donde una maestra que cree en sus estudiantes logra que cada niño y niña descubra el poder de su voz y su historia.

Gabriela Llontop Gomez